Hamilton ganó y Rosberg fue segundo. Y llegó el primer podio de la temporada para el piloto asturiano, que se tocó en la salida con Massa.
No podía ser de otra manera. El primero de la temporada, el aviso a los pilotos de plata que le miraban incrédulos al terminar la carrera. Un Ferrari, tercero. Algo que no se podía imaginar después de la tragedia árabe de Bahrain, pero llegó el domingo de resurrección para Alonso. A Ferrari aún le queda. Su compañero de equipo, Kimi Raikkonen, campeón del mundo y piloto que pasa por ser uno de los más brillantes del planeta, terminó a más de cincuenta segundos del asturiano. Si alguna vez alguien les pregunta por qué Alonso es el mejor de los mejores aporten ese dato. No hará falta mucho más.
Un genio astur luchando contra todos. Sólo le faltó su enemigo íntimo, ese al que se quiere acercar y de momento no puede. Porque otra vez volvió a ser inmenso Lewis Hamilton. Es la tercera victoria consecutiva del británico, la tercera vez que gana en Shanghai, lo hizo de principio a fin, sin más rivales que el viento y las nubes que de vez en cuando amenazaban con descargar lluvia. Poco más. El primer piloto de Mercedes salió como una bala de plata directo al corazón de la victoria. Mientras, por detrás Vettel se ponía segundo y Alonso tercero tras un choque en plena batalla entre perros hambrientos con el que fuera su compañero de equipo Felipe Massa. Un rasguño en la pelea y a seguir. El hombre al que ha tenido delante todos estos años era la siguiente parada. Sebastian se llama. Y cuando lo tenía cerca a Alonso le llamaron a boxes para cambiar neumáticos. Primera parada y cuando todos lo hicieron ya era segundo. Por detrás eso si, venía Rosberg con su Mercedes.
Fin de semana irregular para el alemán que ganó aquí en 2012 y devolvió la gloria a su marca. Antes de la segunda ya le tenía detrás y aunque tras esa visita al garaje volvió a salir segundo el germano de Ibiza le pasó en plena recta como si llevara delante estuviera un coche de karts en vez de un Ferrari rojo. A partir de ahí otra batalla. Alonso se ajustó el traje de combate, corazón a cientos de miles de revoluciones por minuto y un australiano valiente y atrevido al que batir. Llegaba Daniel Ricciardo, después de pasar a su compañero y tetracampeón del mundo Vettel quería vencer a Alonso. Pero eso ya es otra historia.
El español, con problemas de graining desde mitad de la carrera en sus neumáticos Pirelli se defendió con rabia de campeón hasta que cruzó la meta con sólo 1,2 segundos de ventaja sobre el coche de la energía. No ganó, ni fue segundo, terreno de los Mercedes de momento. El Ferrari ha mejorado, sobre todo porque este circuito de curvas rápidas hasta el último sector de recta inmortal, era mucho mejor que Bahrain para sus características, segundo porque traían una serie de mejoras que han funcionado y tercero porque tienen un piloto de todas las épocas. Aún queda camino, pero Alonso llegará a España con la motivación en niveles máximos, el samurai astur ya lleva la coraza brillante y en Maranello luchan para conseguir aquello que siempre quiso un tal Domenicali, “dar a Alonso el coche que merece su talento”. Quizá lo consiga Mattiacci ahora, quizá. Lo queremos ya, lo reclama la afición española para Barcelona, lo exige la justicia.
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